Esto dice el Señor:
Jeremías 9:23-24 NTV
«No dejen que el sabio se jacte de su sabiduría,
o el poderoso, de su poder,
o el rico, de sus riquezas.
Pero los que desean jactarse,
que lo hagan solamente en esto:
en conocerme verdaderamente y entender que yo soy el Señor
quien demuestra amor inagotable
y trae justicia y rectitud a la tierra,
y que me deleito en estas cosas.
¡Yo, el Señor, he hablado!
El verdadero entendimiento de Dios se cimenta en la comprensión clara de Sus atributos, es decir, las principales cualidades de su carácter, tal como se revelan en las Sagradas Escrituras. No podemos depositar nuestra confianza, servicio o adoración en un Dios desconocido.
Necesitamos más que conocer la teoría acerca de Dios. Solo llegamos a conocer verdaderamente a Dios en el alma cuando nos entregamos a Él, nos sometemos a Su autoridad y regimos todos los aspectos de nuestra vida por Sus preceptos y mandamientos. Como dice Oseas 6:3, «¡Oh, si conociéramos al Señor! Esforcémonos por conocerlo. Él nos responderá, tan cierto como viene el amanecer o llegan las lluvias a comienzos de la primavera». También en Daniel 11:32 se afirma que «…el pueblo que conoce a su Dios se mantendrá fuerte…».
Dios es singular, es único en Su excelencia.
“¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?”
Éxodo 15:11
Antes de que todo lo que existe fuera creado, desde la eternidad, Dios existía por sí solo, siendo completamente autónomo, autosuficiente y plenamente satisfecho en Su ser. No requería nada más. Si el universo, los ángeles o los seres humanos hubiesen sido necesarios para Él de alguna manera, habrían sido creados desde la eternidad misma. Por lo tanto, la creación de estos seres en el momento en que los hizo no añadió nada esencial a Dios. Su gloria es tan completa y singular, que no puede ser aumentada ni disminuida.
En Su majestuosidad, Dios es singular y sin igual, destacándose por Su excelencia incomparable y sus perfecciones únicas. Sostiene todo en la creación, pero permanece independiente de todo. Si bien otorga a todos, no obtiene enriquecimiento alguno de ninguno.
El conocimiento de un Dios así no puede ser alcanzado mediante la investigación humana solamente. Solo puede ser revelado al corazón por el Espíritu Santo a través de Su Palabra. Aunque la creación evidencia la existencia de el Creador de manera innegable, como señala la Escritura, los seres humanos «no tienen excusa» (Romanos 1:20), debemos reconocer, al igual que Job (Job 26:14), que nuestras percepciones son limitadas.
Dios tampoco puede ser conocido simplemente mediante el intelecto. Pues, como se nos dice en Juan 4:24, Dios es Espíritu, y por ende solo puede ser conocido espiritualmente. Sin embargo, el hombre caído no es de naturaleza espiritual; está inmerso en lo carnal. Está muerto en lo que respecta a lo espiritual. A menos que experimente un nuevo nacimiento, que ocurra sobrenaturalmente, por la acción del Espíritu Santo, pasando de la muerte a la vida, y sea trasladado milagrosamente de la oscuridad a la luz, no podrá ni siquiera percibir las cosas de Dios (Juan 3:3), y mucho menos comprenderlas (1 Corintios 2:14).
Es necesario que el Espíritu Santo ilumine nuestros corazones (no simplemente nuestras mentes) para que «para que «…podamos conocer la gloria de Dios que se ve en el rostro de Jesucristo.» (2 Corintios 4:6). Sin embargo, incluso este conocimiento espiritual no es definitivo. Aquellos que han sido regenerados deben continuar creciendo en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús (2 Pedro 3:18). Por tanto, la oración principal y el objetivo de los cristianos debe ser vivir «de una manera digna del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios» (Colosenses 1:10).
Los cristianos modernos no estamos acostumbrados a reflexionar en los atributos de Dios. No nos lo enseñaron. Son pocos los cristianos, que al leer ocasionalmente la Biblia, son conscientes de la impresionante grandeza y la atracción irresistible que inspira el carácter divino, lo cual despierta una profunda adoración. Muchos saben que Dios es grande en sabiduría, poder, misericordia y gracia, pero desconocen su soberanía, su justicia, su santidad, sus decretos y muchos otros atributos de su carácter. Estos, son fácilmente descubiertos en las Escrituras. Animémonos pues a escudriñarlas día a día para conocer a nuestro Dios.
Este artículo fue escrito con la ayuda de los textos "Los Atributos de Dios" de Arthur W. Pink y "Fundamentos Bíblicos para la fe cristiana 1" de Paul David Washer.