En este año: prioriza tu crecimiento espiritual

El año próximo a comenzar es una invitación clara de Dios: volver el corazón a lo esencial. En medio del cansancio, las rutinas y las distracciones, tu crecimiento espiritual no puede quedar en segundo plano. Este artículo te anima a reenfocar tu vida en lo que realmente alimenta el alma: la Palabra de Dios, la oración y una comunión más profunda con Cristo. No como una carga, sino como el regalo más necesario para un año lleno de dirección, descanso y renovación verdadera.

ARTÍCULO

Yeimy de Robainas

12/1/20258 min read

¿Ya has pensado cuáles serán tus prioridades este año? Hay muchas cosas que pudieras hacer, pero determinar prioridades bíblicas moldeadas por el evangelio, mantendrá tu mente y corazón enfocados con intencionalidad y propósito. Una de estas prioridades vitales es nuestro crecimiento espiritual.

En este año me gustaría exhortarte a que inviertas en esta prioridad como una de las cosas más necesarias. Aunque tal vez suene hasta bonita la idea, lo mejor es que no se trata de una iniciativa personal. Hay suficiente evidencia en la Palabra del Señor, de que este es un deseo del corazón de Dios, para todos sus hijos en Cristo. El apóstol Pedro escribió: «Antes bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.» (2 Pe. 3:18)

El evangelio de Jesús es uno de gracia de principio a fin. Nuestra salvación es sólo por gracia, no por obras (Ef. 2:5; 8-9). Sin embargo, la gracia de Dios no excluye el esfuerzo y la disciplina. El Señor realiza su obra por su poder e intervención. Nos otorga fe como un don para depositarlo sólo en Él. Pero al mismo tiempo, también en gracia, Dios nos da medios que debemos usar en obediencia, para poder crecer en nuestra relación con Él y nuestro conocimiento de su carácter, dando mucho fruto (Jn. 15:4-5).

El crecimiento y la madurez físicos no ocurren de forma inmediata. Así también, nuestro crecimiento espiritual supone un proceso progresivo, «hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.» (Ef. 4:13)

Ingredientes esenciales del crecimiento espiritual

Si hubiera una receta para el crecimiento espiritual, podríamos usar la de 2 Pedro 1. En este capítulo encontramos una serie de ingredientes que se deben añadir a nuestra fe. Éstos no tienen un orden determinado, sino que todos son necesarios al mismo tiempo para que esta receta tenga un buen sabor. La mezcla de todos ellos dará como resultado el alimento de una vida que crece en Jesús.

Añade a tu fe

El primer y más importante ingrediente que contiene esta receta es la fe. Pedro escribe sobre cómo Dios, por su divino poder, les había concedido todo lo que necesitaban para vivir una vida piadosa, es decir, una vida obediente y reverente, agradable al Señor (2 Pe. 1:3-4). Debido a esto, él les dice: «Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadan a su fe (…)» (2 Pe. 1:5).

Es a través de la fe en Cristo que recibimos las preciosas y maravillosas promesas de Dios, para participar de su naturaleza divina. Sin fe en Jesús es imposible que podamos tener verdadero crecimiento espiritual separadas de Él (Jn. 15:5). Ahora bien, pudiéramos preguntarnos: si la obra de Cristo Jesús a nuestro favor fue consumada de manera perfecta; ¿por qué entonces debemos añadirle algo a nuestra fe?

La idea de Pedro aquí no es que nuestra fe esté incompleta o defectuosa, pero sí que es la voluntad de Dios que ésta se nutra y fortalezca continuamente hasta que Él regrese. En Cristo ya hemos sido declaradas justas y santas. Pero en nuestra vida práctica este proceso no ocurre de la misma manera. Debemos apropiarnos progresivamente de las verdades y bendiciones del evangelio. Es así como permanecemos en nuestra nueva vida en Cristo, de modo que la vida por el Espíritu defina lo que somos ahora y no nuestro viejo hombre (Rom. 8:1-17).

Es la fe la línea de salida en este trayecto. Todas las demás virtudes que podamos añadir, serán un reflejo del carácter de Dios y de la imagen de Cristo en nosotras. Además, éstas deben fluir de conocer a Jesús y sólo como respuesta a la fe en su persona y obra. No son cosas que se le pueden sumar a la fe para obtener la aceptación de Dios, pues nuestra salvación en Cristo se ha completado de una vez y para siempre sin nada más que añadir (Heb. 7:26-28).

Virtud

Seguidamente, lo que añadimos a nuestra fe es virtud. Ésta es la habilidad dada por Dios para realizar actos heroicos. También se usaba para referirse al tipo de vida con el que una persona sobresale como excelente en medio de muchos.

Hermanas, en nuestro caso, debemos vivir según nuestro diseño divino como mujeres. Ese llamado es totalmente contracultural, realmente un acto heroico, en un mundo maligno y perverso que desprecia todo lo bueno creado por Dios. Necesitaremos valentía y firmeza para obedecer nuestras convicciones bíblicas y honrar al Señor. Hay un libro de Nancy DeMoss y otras autoras que estoy estudiando junto a las hermanas de mi iglesia: «Atrévete a ser una mujer verdadera conforme al plan de Dios». Este título es muy oportuno. El diseño de Dios que debería ser considerado completamente normal y bueno, ha sido tan tergiversado, que para ser hoy una mujer verdadera, tendremos que atrevernos. Esto significa hacer frente a todos los retos que implicará y resistir las mentiras que se han levantado por todas partes.

Una expresión que me encanta decir es que hemos sido redimidas de verdad. La redención que hemos recibido en Cristo es completamente real y práctica. Ha sucedido de verdad. No sólo son doctrinas teológicas en palabras. Esto debe tener un impacto visible en nuestras vidas. Demanda que exhibamos vidas transformadas y que anunciemos las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pe. 2:9). Debemos ser mujeres virtuosas (Prov. 31) que vivamos de una forma diferente entre los demás. Una vida excelente que resalte y se corresponda con el llamado y la salvación recibida.

En Proverbios 31 tenemos el ejemplo de una mujer muy virtuosa. Lejos de intimidarnos como a veces suele pasar, el ejemplo de esta mujer debería inspirarnos a considerar, que si bien no somos perfectas, hay una vida diferente que sí podemos vivir por la gracia del Señor. Resistamos la tentación de conformarnos con menos y seamos sal y luz (Mt. 5:13-16). Nancy tiene una serie hermosa de este capítulo que te recomiendo escuchar.

Conocimiento

Para poder tener esta vida debemos crecer en conocimiento. Informemos nuestras mentes y corazones con las sanas palabras de verdad. Así tendremos la fortaleza para oponernos a las enseñanzas de los falsos maestros, uno de los temas principales que Pedro trata en esta carta.

Permanezcamos en la Palabra del Señor cada día y roguemos que nos ayude a discernir la verdad del error. Que sus semillas sean sembradas en nosotras y que nos dé el crecimiento que solo proviene de Él (1 Cor. 3:6-7; Col. 2:19).

Dominio propio

Sólo en Su Palabra nuestras vidas serán conformadas a la imagen del Señor Jesucristo. Un área que debe ser transformada es el dominio propio, el cual forma parte del fruto del Espíritu. El crecimiento espiritual se refleja en una vida prudente, sobria y moderada; mujeres que no le demos rienda suelta a nuestras pasiones y que nos abstengamos de los deseos carnales que batallan contra el alma (1 Pe. 2:11-12).

En Cristo somos muertas al pecado, pero vivas para Él y esclavas de su justicia. El pecado ya no nos gobierna. Vivir en esta verdad requiere disciplina y constancia, para negarnos a nuestra carne y hacer morir por el Espíritu sus inclinaciones (Rom. 8:13). Tal y como lo hacen los atletas, que se preparan con rigor para obtener resultados en sus deportes; así también nosotras, debemos entrenarnos y ejercitarnos con dedicación en esta gracia del dominio propio.

Paciencia

La paciencia es otra de las virtudes esenciales que forman parte de un carácter maduro. Ésta nos permite perseverar en hacer lo correcto sin ceder, a pesar de tentaciones y pruebas. Precisamente para que esta virtud sea cultivada, el Señor permitirá pruebas que evalúen la calidad de nuestra paciencia. Son las tribulaciones y la prueba de nuestra fe las que producen paciencia y carácter (Rom. 5:3-4; Stg. 1:2-4).

Las pruebas son instrumentos que nos llevan a rendirnos en obediencia y sumisión humilde ante Dios bajo su poderosa mano (Stg 4:10; 1 Pd:5:6). Pero también pueden resultar en tentaciones para nuestro corazón (Stg 1:12-15). No es nuestra respuesta natural desear las pruebas. Sin embargo, para crecer en esta área debemos aceptar que las necesitamos. Pidamos la sabiduría del Señor (Stg 1:5) para no renegar ni huir de ellas, sino adquirir un entendimiento correcto de las mismas, y que puedan tener su buen efecto en nuestras vidas. Dejemos a la paciencia hacer su obra completa y esto dará como resultado un carácter perfecto y cabal, íntegro y maduro, sin que nos falte cosa alguna (Stg. 1:4).

La paciencia no significa aceptar las cosas porque no nos queda otro remedio, sino que seremos capacitadas a responder así a través de la esperanza segura que tenemos en Jesús; esa que no nos avergüenza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. (Rom. 5:5)

Piedad

Crecer en las virtudes mencionadas conduce a una vida piadosa y temerosa de Dios. Esto parte de un entendimiento amplio y una seguridad de salvación que nos hace vivir confiadas en nuestra nueva identidad. Nuestra respuesta lógica será no ser moldeadas por este mundo, sino que nuestro entendimiento sea renovado. Podremos presentar nuestras vidas a Dios como sacrificio vivo y santo (Rom. 12:1-2). Vidas reverentes y leales solo a Él.

Afecto fraternal

Crecer espiritualmente no solo debe impactar nuestras vidas personales, sino a los que están a nuestro alrededor, es decir, nuestra relación con ellos. El afecto fraternal se mostrará en vida dispuestas a sacrificarse por los demás. Para nosotras como mujeres, esta virtud se expresa de manera hermosa en nuestros roles de ayuda idónea y en la maternidad. Pero en todas las etapas y áreas debemos desear voluntariamente y con gozo, negarnos a nosotras mismas, perder nuestras vidas y sacrificarnos a favor de que aquellos que se nos han encargado, y en especial de nuestra familia de la fe (Lc. 9:23-24; Gal. 6:10)

Amor

El amor también está relacionado con el afecto fraternal; pero la grandeza y belleza del amor cristiano es, que no solo debe amar a sus hermanos en Cristo o aquellos que les hacen bien, sino a todos, incluyendo a nuestros enemigos; a los que abiertamente nos hacen mal, a pesar de lo que podamos desear.

Debemos mostrar el amor de Cristo quien nos amó primero y estuvo dispuesto a morir por nosotras siendo aún pecadores (Rom. 5:8). Nuestro amor debe ser ferviente. El verdadero amor espiritual cubrirá multitud de pecados. De la misma forma en que el amor de Dios ha cubierto nuestros muchos pecados en Jesús, así también debemos cubrir los pecados de otros siempre que sea posible, no escusando el pecado que lleve disciplina, pero sí mostrando perdón, misericordia y compasión, como hemos sido perdonadas (Col. 3:12-14).

Recuerda, se diligente y prioriza

Cuando añadimos estas gracias a nuestra fe no perdemos el tiempo ni estamos secas en nuestro conocimiento de Cristo (2 Pe. 1:8). Nuestras vidas florecen y dan frutos dignos de arrepentimiento para su gloria. Como Pedro nos dice, recordemos estas verdades una y otra vez porque somos muy olvidadizas (2 Pe. 1:9). Procuremos ser afirmadas en nuestra elección y llamado (2 Pe. 1:10). Seamos prontas para buscarlas con diligencia (2 Pd. 1:5) y esfuerzo y añadirlas a nuestra fe, es decir, hacerlo en abundancia y no de una forma pobre.

Mi reto para todos nosotras es, que con este cuadro en mente, no seamos ciegas ni olvidemos la purificación de nuestros pecados (2 Pe. 1:9); para seguir viviendo de la misma manera en que antes lo hacíamos. Oro que podamos crecer y aspirar esas vidas nuevas y redimidas de verdad.

Sólo el evangelio puede moldear de manera justa nuestras prioridades. El crecimiento espiritual debe ser una consecuencia natural y sana de haber recibido verdadera salvación en Jesús. Una vida en crecimiento debe ser el modo normal para todos los adoptados y escogidos en Cristo. Así que, amadas hermanas, por todas estas razones y más, prioricemos en este año nuestro crecimiento espiritual.

Yeimy de Robainas estudió psicología y ahora, certificada en Consejería Bíblica, sirve a la iglesia de Cristo en Pinar del Río, Cuba. Puedes conectarte con ella en Instagram como @yeimyrobainas

Este artículo se publicó originalmente en enero del 2025 en el blog Redimida de Verdad.

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