Para los creyentes en Cristo, la Biblia es la verdad absoluta, completa e inmutable. Sin embargo, la vida cristiana no solo se trata de conocimiento bíblico; requiere mucho más que eso. La vida cristiana requiere que pensemos, actuemos y vivamos de acuerdo a lo que la Biblia dice, es decir, lo que Dios dice. La vida cristiana requiere que crezcamos constantemente en el conocimiento de Dios y de Su voluntad.
Tal como el apóstol Santiago, señala en Santiago 1:22 «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.»
La Biblia, que es la revelación de Dios y de Su voluntad, nos enseña con claridad cómo debemos vivir. Por ejemplo, Salmos 105:4-5 dice:
«Buscad a Jehová y su poder;
Buscad siempre su rostro.
Acordaos de las maravillas que él ha hecho,
De sus prodigios y de los juicios de su boca»
Este pasaje nos habla de buscarlo siempre, no ocasionalmente; nos llama a no olvidar lo que El ha hecho, a tenerlo presente todo el tiempo. Hay miles de cosas maravillosas que Dios ha hecho, y muchas de esas cosas podemos conocerlas leyendo la Biblia. Por ejemplo, la liberación del pueblo de Israel de Egipto. Si lees la historia en el libro de Éxodo, podrás aprender de todos los milagros y maravillas que Dios hizo, podrás entender de lo El es capaz, y podrás conocer al Dios que tienes y su absoluto poder.
De igual manera, leyendo la Biblia aprenderás de las victorias que Dios le dio a algunos de sus siervos, que humanamente no eran posibles, pero El, Dios Todopoderoso, las hizo posibles. También podrás conocer los milagros que hizo a través de sus profetas, y, de los prodigios que hizo Jesús, quien es Dios mismo. La manera de cumplir el mandato de recordar las maravillas, prodigios y juicios de Dios es pasando mucho tiempo leyendo y pensando en Su Palabra.
Otra manera de recordar sus maravillas, prodigios y juicios es pensando en todo lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. Sus bendiciones y misericordias diarias, sus respuestas a nuestras oraciones, sus regalos inmerecidos, y los tiempos de dificultad en los que El se ha mostrado suficiente para nosotras, buscando en todo tiempo Su rostro.
Buscar a Dios debe ser una práctica diaria de toda la vida. Oseas 6:3 dice:
“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.”
La palabra proseguiremos viene del término hebreo «radáf», que significa “perseguir, correr tras algo, búsqueda”. Esto quiere decir que no debemos ser apáticas o casuales en nuestra búsqueda de la persona y la voluntad de Dios, sino determinadas, activas, ambiciosas en encontrarlo día a día. Según este versículo, quienes perseveren en conocer al Señor, podrán verlo como al sol diario, El vendrá a nosotros como las primeras lluvias que caen en primavera, para reverdecer nuestras vidas.
Dios no solo nos manda a buscarlo, sino que además nos da numerosas y preciosas promesas para animarnos a hacerlo. En Proverbios 2:2-5 se encuentra una de las promesas más preciosas de la Biblia sobre el conocimiento de Dios.
Trata de ser sabio
y actúa con inteligencia.
Pide entendimiento
y busca la sabiduría
como si buscaras plata
o un tesoro escondido.
Así llegarás a entender
lo que es obedecer a Dios
y conocerlo de verdad.
Entre la Biblia y la oración existe una relación inseparable. Debemos alzar nuestra voz a Dios en oración, pidiéndole que nos conceda conocerlo y entender Su voluntad. También debemos buscar este conocimiento de Él, como si buscáramos plata o un tesoro escondido en las profundidades de una mina. Nota, además, que existe una relación directa entre el conocimiento de Dios y nuestra reverencia a Él. Entre más lo conocemos, más lo respetamos y honramos con nuestras vidas.
Las personas que viven una correcta relación con Dios, tienen como característica principal que buscan conocer a Dios y Su voluntad. Aunque hasta los creyentes más maduros tienen luchas con el pecado y con la apatía a Dios, todos debemos perseverar en buscar y conocer a Dios. Conocer a Dios y agradarle debe ser nuestra obsesión más grande (2 Corintios 5:9) y la verdad que controle nuestras vidas, tal como lo era para el apóstol Pablo, él lo expresó de una manera tan contundente en Filipenses 3:7-9:
«Pero, gracias a lo que Cristo hizo por mí, ahora pienso que no vale la pena lo que antes consideré de valor. Todo eso lo he dejado a un lado, y lo considero basura, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento. Y quiero que Dios me acepte, no por haber obedecido la ley, sino por confiar en Cristo, pues así es como Dios quiere aceptarnos.»
Desde hace varios años comencé a adoptar esta perspectiva. Las cosas que antes consideraba importantes y valiosas, como una profesión, éxitos laborales, posesiones materiales, hitos que impone la sociedad; hoy las veo solo como un regalo que Dios puede concederme en mi vida, y no como mis objetivos principales. La adopción de esta perspectiva ha sido gradual y constante, y la ha ido forjando Dios en mi corazón a medida que El me conforma más a Cristo a través de Su Palabra, la obra del Espíritu Santo en mi y de las dificultades, las cuales sin duda, me han llevado a anhelar a Dios con obsesión, a buscarlo hasta el cansancio y a experimentar la transformación. Hoy, sigo persiguiendo a Dios, sigo deseando que El continúe Su obra en mi, hasta que esté con mi Señor Jesucristo Eternamente.
¿Lo estás haciendo tu? Esta es claramente una invitación, para que inviertas tu tiempo, tus días, tus energías en buscar a Dios y en conocerlo, para que puedas disfrutar de una relación auténtica y vibrante con El, probando un poco de lo que podremos disfrutar con El en la eternidad.