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«El placer sexual ordenado por Dios» de Ed Wheat es un libro que proporciona una guía útil para las parejas cristianas que buscan mejorar su vida sexual, con un enfoque bíblico.

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El libro se divide en dos partes:

  • La perspectiva bíblica sobre la sexualidad: Wheat analiza los pasajes bíblicos relacionados con el sexo y el matrimonio, y argumenta que el sexo dentro del matrimonio es un regalo de Dios que debe disfrutarse con responsabilidad y alegría.
  • Técnicas para mejorar la satisfacción sexual: Wheat ofrece consejos prácticos para mejorar la comunicación sexual, la intimidad física y la satisfacción sexual en la pareja.

Puntos fuertes:

  • Enfoque en el matrimonio: El libro se centra en la sexualidad dentro del contexto del matrimonio cristiano bajo la premisa de que ese fue el ámbito que Dios diseñó para el sexo.
  • Información médica: Wheat incluye información médica precisa sobre la anatomía humana, la respuesta sexual y la reproducción.
  • Consejos prácticos: El libro ofrece consejos prácticos que pueden ser útiles para algunas parejas.

«El placer sexual ordenado por Dios» es un regalo ideal para los recién casados, una valiosa fuente de consulta tanto para pastores como para consejeros bíblicos y, también te ayudará a disfrutar más plenamente el don divino de la sexualidad dentro del matrimonio bíblico.

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Reseña

El placer sexual ordenado por Dios: Técnicas y satisfacción sexual en el matrimonio cristiano. Wheat, Ed.

En «El amor que no se apaga», Ed Wheat nos ofrece las buenas noticias de que los cónyuges pueden tener una relación amorosa emocionante, si se enfocan en desarrollar su relación bajo los métodos de Dios. El autor nos ofrece una guía práctica para mantener viva la llama del amor en el matrimonio. A través de historias inspiradoras y consejos sabios basados en la Palabra de Dios, Wheat nos recuerda que el amor verdadero no es un sentimiento pasajero, sino una decisión que se toma cada día.

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El libro se divide en cinco secciones:

  • El fundamento del amor: Wheat explora la importancia del compromiso, la comunicación y el perdón como pilares del amor duradero.
  • Los enemigos del amor: Se analizan las principales amenazas para el matrimonio, como la rutina, el egoísmo y la falta de comunicación.
  • El poder del perdón: Wheat destaca el perdón como herramienta fundamental para superar las heridas del pasado y fortalecer el amor.
  • El amor en acción: Se ofrecen consejos prácticos para expresar amor a tu pareja en el día a día.
  • Manteniendo viva la llama: Wheat nos invita a cultivar el romance y la pasión en el matrimonio.

Puntos fuertes:

  • Enfoque práctico: El autor, como médico de familia, terapeuta sexual y consejero bíblico, nos ofrece consejos concretos que pueden ser aplicados por parejas de cualquier edad o etapa del matrimonio.
  • Lectura amena: Wheat escribe de forma clara, sencilla y con un toque de humor que hace que la lectura sea amena y agradable.
  • Mensajes inspiradores: El libro está lleno de historias inspiradoras que te motivarán a fortalecer tu relación con Dios y con tu cónyuge.

En general, «El amor que no se apaga» es un libro muy valioso para cualquier persona que desee construir un matrimonio fuerte y duradero o que desee la restauración de su relación marital.

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Reseña

El amor que no se apaga. Wheat, Ed.

Esto dice el Señor:
«No dejen que el sabio se jacte de su sabiduría,
o el poderoso, de su poder,
o el rico, de sus riquezas.
Pero los que desean jactarse,
que lo hagan solamente en esto:
en conocerme verdaderamente y entender que yo soy el Señor
quien demuestra amor inagotable
y trae justicia y rectitud a la tierra,
y que me deleito en estas cosas.
¡Yo, el Señor, he hablado!

Jeremías 9:23-24 NTV

El verdadero entendimiento de Dios se cimenta en la comprensión clara de Sus atributos, es decir, las principales cualidades de su carácter, tal como se revelan en las Sagradas Escrituras. No podemos depositar nuestra confianza, servicio o adoración en un Dios desconocido.

Necesitamos más que conocer la teoría acerca de Dios. Solo llegamos a conocer verdaderamente a Dios en el alma cuando nos entregamos a Él, nos sometemos a Su autoridad y regimos todos los aspectos de nuestra vida por Sus preceptos y mandamientos. Como dice Oseas 6:3, «¡Oh, si conociéramos al Señor! Esforcémonos por conocerlo. Él nos responderá, tan cierto como viene el amanecer o llegan las lluvias a comienzos de la primavera». También en Daniel 11:32 se afirma que «…el pueblo que conoce a su Dios se mantendrá fuerte…».

Dios es singular, es único en Su excelencia.

“¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?”

Éxodo 15:11

Antes de que todo lo que existe fuera creado, desde la eternidad, Dios existía por sí solo, siendo completamente autónomo, autosuficiente y plenamente satisfecho en Su ser. No requería nada más. Si el universo, los ángeles o los seres humanos hubiesen sido necesarios para Él de alguna manera, habrían sido creados desde la eternidad misma. Por lo tanto, la creación de estos seres en el momento en que los hizo no añadió nada esencial a Dios. Su gloria es tan completa y singular, que no puede ser aumentada ni disminuida.

En Su majestuosidad, Dios es singular y sin igual, destacándose por Su excelencia incomparable y sus perfecciones únicas. Sostiene todo en la creación, pero permanece independiente de todo. Si bien otorga a todos, no obtiene enriquecimiento alguno de ninguno.

El conocimiento de un Dios así no puede ser alcanzado mediante la investigación humana solamente. Solo puede ser revelado al corazón por el Espíritu Santo a través de Su Palabra. Aunque la creación evidencia la existencia de el Creador de manera innegable, como señala la Escritura, los seres humanos «no tienen excusa» (Romanos 1:20), debemos reconocer, al igual que Job (Job 26:14), que nuestras percepciones son limitadas.

Dios tampoco puede ser conocido simplemente mediante el intelecto. Pues, como se nos dice en Juan 4:24, Dios es Espíritu, y por ende solo puede ser conocido espiritualmente. Sin embargo, el hombre caído no es de naturaleza espiritual; está inmerso en lo carnal. Está muerto en lo que respecta a lo espiritual. A menos que experimente un nuevo nacimiento, que ocurra sobrenaturalmente, por la acción del Espíritu Santo, pasando de la muerte a la vida, y sea trasladado milagrosamente de la oscuridad a la luz, no podrá ni siquiera percibir las cosas de Dios (Juan 3:3), y mucho menos comprenderlas (1 Corintios 2:14).

Es necesario que el Espíritu Santo ilumine nuestros corazones (no simplemente nuestras mentes) para que «para que «…podamos conocer la gloria de Dios que se ve en el rostro de Jesucristo.» (2 Corintios 4:6). Sin embargo, incluso este conocimiento espiritual no es definitivo. Aquellos que han sido regenerados deben continuar creciendo en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús (2 Pedro 3:18). Por tanto, la oración principal y el objetivo de los cristianos debe ser vivir «de una manera digna del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios» (Colosenses 1:10).

Los cristianos modernos no estamos acostumbrados a reflexionar en los atributos de Dios. No nos lo enseñaron. Son pocos los cristianos, que al leer ocasionalmente la Biblia, son conscientes de la impresionante grandeza y la atracción irresistible que inspira el carácter divino, lo cual despierta una profunda adoración. Muchos saben que Dios es grande en sabiduría, poder, misericordia y gracia, pero desconocen su soberanía, su justicia, su santidad, sus decretos y muchos otros atributos de su carácter. Estos, son fácilmente descubiertos en las Escrituras. Animémonos pues a escudriñarlas día a día para conocer a nuestro Dios.


Este artículo fue escrito con la ayuda de los textos "Los Atributos de Dios" de Arthur W. Pink y "Fundamentos Bíblicos para la fe cristiana 1" de Paul David Washer.
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La singularidad de Dios

Para los creyentes en Cristo, la Biblia es la verdad absoluta, completa e inmutable. Sin embargo, la vida cristiana no solo se trata de conocimiento bíblico; requiere mucho más que eso. La vida cristiana requiere que pensemos, actuemos y vivamos de acuerdo a lo que la Biblia dice, es decir, lo que Dios dice. La vida cristiana requiere que crezcamos constantemente en el conocimiento de Dios y de Su voluntad.

Tal como el apóstol Santiago, señala en Santiago 1:22 «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.»

La Biblia, que es la revelación de Dios y de Su voluntad, nos enseña con claridad cómo debemos vivir. Por ejemplo, Salmos 105:4-5 dice:

«Buscad a Jehová y su poder;
Buscad siempre su rostro.
Acordaos de las maravillas que él ha hecho,
De sus prodigios y de los juicios de su boca»

Este pasaje nos habla de buscarlo siempre, no ocasionalmente; nos llama a no olvidar lo que El ha hecho, a tenerlo presente todo el tiempo. Hay miles de cosas maravillosas que Dios ha hecho, y muchas de esas cosas podemos conocerlas leyendo la Biblia. Por ejemplo, la liberación del pueblo de Israel de Egipto. Si lees la historia en el libro de Éxodo, podrás aprender de todos los milagros y maravillas que Dios hizo, podrás entender de lo El es capaz, y podrás conocer al Dios que tienes y su absoluto poder.

De igual manera, leyendo la Biblia aprenderás de las victorias que Dios le dio a algunos de sus siervos, que humanamente no eran posibles, pero El, Dios Todopoderoso, las hizo posibles. También podrás conocer los milagros que hizo a través de sus profetas, y, de los prodigios que hizo Jesús, quien es Dios mismo. La manera de cumplir el mandato de recordar las maravillas, prodigios y juicios de Dios es pasando mucho tiempo leyendo y pensando en Su Palabra.

Otra manera de recordar sus maravillas, prodigios y juicios es pensando en todo lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. Sus bendiciones y misericordias diarias, sus respuestas a nuestras oraciones, sus regalos inmerecidos, y los tiempos de dificultad en los que El se ha mostrado suficiente para nosotras, buscando en todo tiempo Su rostro.

Buscar a Dios debe ser una práctica diaria de toda la vida. Oseas 6:3 dice:

“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.”

La palabra proseguiremos viene del término hebreo «radáf», que significa “perseguir, correr tras algo, búsqueda”. Esto quiere decir que no debemos ser apáticas o casuales en nuestra búsqueda de la persona y la voluntad de Dios, sino determinadas, activas, ambiciosas en encontrarlo día a día. Según este versículo, quienes perseveren en conocer al Señor, podrán verlo como al sol diario, El vendrá a nosotros como las primeras lluvias que caen en primavera, para reverdecer nuestras vidas.

Dios no solo nos manda a buscarlo, sino que además nos da numerosas y preciosas promesas para animarnos a hacerlo. En Proverbios 2:2-5 se encuentra una de las promesas más preciosas de la Biblia sobre el conocimiento de Dios.

Trata de ser sabio
y actúa con inteligencia.
Pide entendimiento
y busca la sabiduría
como si buscaras plata
o un tesoro escondido.
Así llegarás a entender
lo que es obedecer a Dios
y conocerlo de verdad.

Entre la Biblia y la oración existe una relación inseparable. Debemos alzar nuestra voz a Dios en oración, pidiéndole que nos conceda conocerlo y entender Su voluntad. También debemos buscar este conocimiento de Él, como si buscáramos plata o un tesoro escondido en las profundidades de una mina. Nota, además, que existe una relación directa entre el conocimiento de Dios y nuestra reverencia a Él. Entre más lo conocemos, más lo respetamos y honramos con nuestras vidas.

Las personas que viven una correcta relación con Dios, tienen como característica principal que buscan conocer a Dios y Su voluntad. Aunque hasta los creyentes más maduros tienen luchas con el pecado y con la apatía a Dios, todos debemos perseverar en buscar y conocer a Dios. Conocer a Dios y agradarle debe ser nuestra obsesión más grande (2 Corintios 5:9) y la verdad que controle nuestras vidas, tal como lo era para el apóstol Pablo, él lo expresó de una manera tan contundente en Filipenses 3:7-9:

«Pero, gracias a lo que Cristo hizo por mí, ahora pienso que no vale la pena lo que antes consideré de valor. Todo eso lo he dejado a un lado, y lo considero basura, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento. Y quiero que Dios me acepte, no por haber obedecido la ley, sino por confiar en Cristo, pues así es como Dios quiere aceptarnos.»

Desde hace varios años comencé a adoptar esta perspectiva. Las cosas que antes consideraba importantes y valiosas, como una profesión, éxitos laborales, posesiones materiales, hitos que impone la sociedad; hoy las veo solo como un regalo que Dios puede concederme en mi vida, y no como mis objetivos principales. La adopción de esta perspectiva ha sido gradual y constante, y la ha ido forjando Dios en mi corazón a medida que El me conforma más a Cristo a través de Su Palabra, la obra del Espíritu Santo en mi y de las dificultades, las cuales sin duda, me han llevado a anhelar a Dios con obsesión, a buscarlo hasta el cansancio y a experimentar la transformación. Hoy, sigo persiguiendo a Dios, sigo deseando que El continúe Su obra en mi, hasta que esté con mi Señor Jesucristo Eternamente.

¿Lo estás haciendo tu? Esta es claramente una invitación, para que inviertas tu tiempo, tus días, tus energías en buscar a Dios y en conocerlo, para que puedas disfrutar de una relación auténtica y vibrante con El, probando un poco de lo que podremos disfrutar con El en la eternidad.

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Crecer en el conocimiento de Dios

En el viaje de la vida, entender quién es Dios y cómo se relaciona con nosotros es fundamental. La falta de conocimiento de El no solo limita nuestro entendimiento espiritual, sino que también conlleva riesgos y consecuencias significativas. En este artículo, descubre cómo la ignorancia espiritual puede impactar nuestras vidas y nuestro camino hacia la plenitud espiritual.

Falsa imagen de Dios e idolatría

Ante la falta de un verdadero conocimiento de Dios, las personas moldean sus propias percepciones y construyen una representación de Dios a su propia imagen y semejanza o según sus propias opiniones (Salmo 50:21). Sin embargo, esta interpretación personal inevitablemente resulta en una visión distorsionada y disminuida de la persona de Dios. Esto, sin duda, conducirá a la adoración de un dios falso (Juan 4:22).

Cuando dirigimos nuestra adoración hacia cualquier entidad que no sea el Dios verdadero, caemos en el pecado de la idolatría. Incluso aquellos que se identifican como cristianos pueden cometer este error cuando carecen de un conocimiento auténtico de Dios. En estas circunstancias, construyen una versión falsa de Dios en sus mentes y terminan adorando a esta creación ficticia en lugar del Dios real.

Este panorama es oscuro, ya que la idolatría nos aleja de Dios, nos priva de vivir en plenitud con El, nos impide vivir el propósito para el cual fuimos creadas: vivir en estrecho compañerismo con El para la alabanza de Su gloria. Como si esto no fuera ya suficientemente trágico, la idolatría es fuertemente condenada en la Biblia en varias instancias. En el Antiguo Testamento, específicamente en los Diez Mandamientos (Éxodo 20:3-6), Dios instruye claramente a su pueblo a no tener otros dioses además de Él, ni hacer ídolos ni postrarse ante ellos. Se destaca que Él es un Dios celoso y que la idolatría puede llevar a consecuencias para las generaciones venideras.

A lo largo de los profetas, como en Isaías y Jeremías, se denuncia continuamente la idolatría y se advierte sobre sus consecuencias destructivas. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo también aborda la idolatría, mostrando cómo alejarse de Dios para adorar imágenes o cosas creadas lleva a una mentalidad equivocada y a un alejamiento de la verdad (Romanos 1:21-23).

La condena bíblica a la idolatría se basa en que Dios es único, soberano y merecedor de toda adoración. La adoración de ídolos o cualquier otra cosa o persona en lugar de Dios está en contra de Su voluntad y, en última instancia, nos aparta de la verdadera relación y compañerismo con Él.

Incredulidad

La falta de un conocimiento verdadero de Dios produce una representación errónea de Dios en la mente humana, por tanto se desconocen o se tergiversan los atributos de Dios, su voluntad, y su verdad. Esto puede conducir a una fe débil, falsa o derechamente, incredulidad. No es posible tener fe en un Dios del cual no ha oído hablar, no se ha leído, no se conoce.

Esto no solo aplica en el caso de un pecador que necesita creer para su salvación, sino también a la confianza y fe del creyente en Dios, esenciales para vivir una vida cristiana plena. Solo aquellos que conocen el nombre de Dios depositarán su confianza en El. (Salmo 9:10).

La falta de fe en un cristiano puede lucir de distintas maneras:

  • Debilidad espiritual: La falta de fe puede debilitar la relación personal con Dios, dificultando la confianza en Su guía y provisión.
  • Inseguridad: Un cristiano con falta de fe puede experimentar inseguridad en su caminar espiritual, dudando de su salvación o de la dirección divina en su vida.
  • Dificultad para superar desafíos: La falta de fe puede hacer que sea más difícil superar obstáculos o desafíos, ya que se puede carecer de la confianza en que Dios proveerá las soluciones necesarias.
  • Falta de paz interior: La ausencia de fe puede generar ansiedad, preocupación y falta de paz, ya que se pierde la confianza en el cuidado y el amor de Dios.
  • Estancamiento espiritual: La falta de fe puede llevar a un estancamiento en el crecimiento espiritual, limitando la capacidad de experimentar la plenitud de la vida cristiana y la profundización en la relación con Dios.
  • Dificultad para enfrentar pruebas: Ante las pruebas y tribulaciones, la falta de fe puede resultar en desaliento o desesperanza, en lugar de encontrar fortaleza y consuelo en la fe en Dios.

La falta de fe puede afectar en múltiples aspectos la vida espiritual y emocional de un cristiano, limitando su capacidad para vivir plenamente según los principios y promesas de Dios.

Indiferencia al pecado

No conocer a Dios puede llevar al hombre a vivir adormecido frente a los peligros del pecado. Dios establece en Su Palabra quién es El, cuál es su voluntad y cómo los seres humanos debemos responder a ambas cosas. Desconocer todo esto, conducirá indefectiblemente a errar en estas demandas de Dios.

Quienes carecen de un conocimiento auténtico sobre Dios y Su voluntad se sumergen en el pecado y se apartan de Él, actuando como si fueran sus propios guías, sin tener en cuenta la dirección divina.

Los preceptos de Dios permanecen inmutables, al igual que la inclinación al pecado del ser humano. A medida que ignoramos el conocimiento de Dios, aumenta nuestra tendencia a comportarnos sin límites y a adoptar conductas inmorales.

Esta actitud de vida conduce a la destrucción y el juicio de Dios. Es lo más aterrador que podemos enfrentar. El juicio está sustentado en que hemos ofendido a Dios, por lo tanto desatamos su ira, la justa indignación de Dios hacia los pecadores. Es crucial comprender que la humanidad no es una mera víctima en este sentido. La Biblia establece que el ser humano caído es inherentemente contrario a Dios (Romanos 1:30) y se opone a Su ley (Romanos 8:7). La falta de piedad y la injusticia humanas conducen al rechazo e incluso a la supresión de la verdad acerca de la naturaleza y la voluntad de Dios.

En conclusión, amigas, el conocimiento de Dios es absolutamente importante y necesario para esta vida terrenal. Perseguirlo trae beneficios eternos y no perseguirlo trae consecuencias eternas. Solamente Jesucristo puede ofrecernos salvación al haber pagado la condena que merecemos por nuestro pecado. ¿Cuál es nuestra parte? arrepentirnos de nuestros pecados, reconociendo que no somos buenas, que necesitamos a Cristo como salvador, y que necesitamos ser transformadas en Su conocimiento.

Una vez más, te animo a comenzar a leer las Escrituras y a adentrarte en el conocimiento del Dios verdadero, el Dios que salva.

¿No sabes cómo hacerlo? ¿Por dónde comenzar? Contáctame a contacto@cristocentricas.com y charlemos.

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Peligros de desconocer a Dios

Esta es una pregunta común que surge en el corazón del hombre. He escuchado a algunas personas afirmar que están bien como están, que no necesitan estudiar tanto la Biblia, porque creen que «la letra mata» y conciben el cristianismo como una experiencia emocional o hasta mística. Esto, es completamente errado, ya que una de las necesidades del hombre es conocer y entender a Su creador.

Cuando hablamos de conocer a Dios, hablamos de tener información o conocimiento profundos de sus atributos y de su voluntad. Los atributos de Dios se refieren a sus características fundamentales, que son permanentes y que no cambian; y su voluntad se define por sus pensamientos, deseos, propósitos y planes.

El apóstol Pablo dice lo siguiente en Efesios 5:17:

«Por tanto, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor.» (NVI)

Pablo dice que no entender cuál es la voluntad de Dios, es ser insensato (en el griego original ἄφρων, que se lee «áfron») y eso significa ser «propiamente sin sentido, es decir estúpido, (por implicación) ignorante, (específicamente) egotista, (prácticamente) imprudente, o (moralmente) incrédulo»*

Por su parte, nuestro Señor Jesucristo dijo lo siguiente acerca del conocimiento de Dios en Juan 17:3

«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.» (NVI)

De acuerdo con las palabras de Jesús en este pasaje, la vida eterna consiste en conocer verdaderamente a Dios, y este debe ser el más grande propósito de nuestra vida y relación con Dios.

Los beneficios de conocer a Dios son amplios. Mencionaré algunos de los más básicos que se señalan claramente en las Escrituras.

Entendimiento
El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor; conocer al Santo es tener discernimiento. (Proverbios 9:10 NVI)

Es necesario tener una visión correcta de Dios para tener una visión correcta de todo lo demás. Para entender cómo vivir, quién soy, para qué estoy aquí, cuál es mi posición en este mundo y frente a Dios, debo, necesariamente entender correctamente y conocer a Dios.

Confianza
«En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan.» (Salmos 9:10 NVI)

En las Escrituras, el nombre de Dios, es una referencia a Dios mismo. Cuanto más conocemos de El (su carácter perfecto, su poder ilimitado, su manera de actuar) más podremos creer y confiar en El en cada aspecto de nuestras vidas. Nadie confía en alguien desconocido o a quien no conoce lo suficiente. La confianza crece a medida que vemos evidencia de un carácter digno de confianza.

Fortaleza espiritual
«…pero el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará». (Daniel 11:32b RV60)

Cuando naces de nuevo y comienzas la vida cristiana, pronto te percatas de que no es nada fácil. Vivir la vida cristiana requiere un esfuerzo que está más allá de nuestras propias fuerzas. Mientras más conozcamos a Dios, seremos más fuertes espiritualmente, y estaremos más dispuestos y capacitados para vivir activamente para El sin que las dificultades nos paralicen. La fuerza que necesitamos entonces, proviene de El mismo, no de nosotros. La Biblia nos enseña que en un tiempo de gran dificultad, David “se angustió mucho” mas “se fortaleció en Jehová su Dios” (1 Sam 30:6).

Perseverancia
«Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado.» (2 Timoteo 1:12 NVI)

El apóstol Pablo escribió esta carta justo antes de morir como mártir por Cristo a manos del gobierno corrupto del Imperio Romano. El permaneció fiel a Cristo y no negó su fe; soportó la persecución, la violencia, perseveró sin sentir vergüenza ni temor de que Dios lo hubiese abandonado; Pablo se mantuvo confiado porque conocía el carácter y poder de Aquel en quien creía.

En conclusión, para caminar con Cristo de manera firme, perseverante, sin titubeos ni dudas, es necesario conocer a Dios. Fuimos creados por El y para El (Colosenses 1:16) y por eso, debemos ocuparnos de entender quién es El, qué piensa, cómo actúa y qué desea y ordena para nuestras vidas. Conocerlo no solo nos dará una correcta identidad y un propósito bíblico, sino que que nos dará seguridad y fortaleza para perseverar hasta el final mientras disfrutamos de la plenitud de su amor (Efesios 3:14-19).

La manera de conocer a Dios es a través de una relación genuina con El. Así como como conocemos a las personas mediante la comunicación mutua, mediante el pasar tiempo y vivencias juntos, así mismo lo hacemos con nuestro Creador. Le conoces a través de las maneras que El se reveló a la humanidad (la creación, las Escrituras, Su hijo Jesucristo, Su Espíritu Santo) y mediante la oración (conversación con El) haces que la relación sea bilateral.

Te invito a que lo intentes hoy. Comienza leyendo un pequeño fragmento de la Biblia, pidiendo antes al Espíritu Santo que te ayude a entender lo que leerás, que te ayude a encontrar a Dios, a Cristo en esa lectura, que te abra el corazón para conocer a Dios y Su voluntad.

¿No sabes cómo hacerlo? ¿Por dónde comenzar? Contáctame a contacto@cristocentricas.com y charlemos.


*Strong griego #878

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¿En qué nos beneficia conocer a Dios?

El título de este artículo suena obvio: conocer a Dios es importante para un cristiano. Sin embargo, es alarmante lo poco que muchos cristianos conocen a Dios. Yo fui una de esas cristianas, y por mi pobre conocimiento de Dios, mi confianza en El era pobre y mi entendimiento del Evangelio también lo era, lo que, en consecuencia, me hizo vivir un cristianismo errado por muchos años.

Para ser verdaderos cristianos es indispensable que tengamos un encuentro con Dios a través de Su Palabra. La Biblia es la palabra de Dios inspirada e infalible (2 Tim. 3:16). Es absolutamente imposible madurar espiritualmente si no estudiamos constantemente la Biblia, ya que en ella encontramos quién es Dios, conocemos Su carácter, Sus pensamientos, Su voluntad, Sus promesas, Su verdad.

Para confiar en Dios, para creer Su palabra, Sus promesas, para creer que Su voluntad es lo mejor para nosotros, debemos conocerlo a profundidad. Para amarlo y adorarlo, debemos conocerlo. El conocimiento de Dios es un requisito previo a la madurez espiritual y al crecimiento.

En la vida cristiana, la conexión entre nuestras emociones y nuestra comprensión intelectual, así como entre nuestra devoción a Dios y la doctrina que seguimos, es crucial. Aunque nuestras emociones y experiencias son significativas, la Biblia nos enseña que no constituyen un fundamento sólido para nuestro camino espiritual (Jer. 17:9). Más bien, son las verdades arraigadas en las Escrituras, entendidas con la mente y transmitidas a través de la doctrina, las que establecen la base firme sobre la cual edificamos nuestras creencias y acciones. Esto nos permite discernir la validez de nuestras emociones y vivencias. La mente y el corazón son lo mismo; así, la doctrina no limita nuestra devoción, sino que la potencia. Ambos, mente y doctrina, son esenciales y se entrelazan para fortalecer nuestra fe.

Nuestro Señor Jesús nos dio el mandamiento de amar al Señor con todo nuestro ser (Mt. 22:37) y también nos dejó claro que debemos adorarlo de manera genuina, auténtica (Jn. 4:24).

Sumergirse en las Escrituras es más que una mera práctica intelectual; es una disciplina que fusiona la devoción con la búsqueda apasionada de Dios. Esta exploración nos conduce a una transformación profunda, produce nuestra obediencia y enciende una adoración auténtica. El propósito detrás del estudio bíblico va más allá de acumular información; se trata de conocer íntimamente a la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Espíritu Santo. Es en este encuentro donde se halla la verdadera riqueza del conocimiento espiritual y personal.

Una mentora que tuve hace muchos años, quien me enseñó mucho acerca de Dios, me sugirió que siempre que leyera una porción de la Biblia, escribiera en un cuaderno o libreta lo que había aprendido acerca de Dios, de Jesús o del Espíritu Santo. Lo he practicado hasta ahora y puedo decirte que ha sido una forma de conocer de una manera sólida a Dios, de confiar plenamente en Él, de verlo como un Dios Padre, protector, cercano, y no como a un Dios inalcanzable. Gracias a esto, cuando he pasado por grandes dificultades, siempre mi confianza ha estado firme en Él, Él ha sido el ancla que, cuando he estado en tormenta, me ha sostenido y mantenido ilesa. Te invito a que lo hagas tú también. A que cada día leas pausadamente una porción de la Biblia, y registres en un cuaderno todo lo que aprendes de Dios. Luego, durante el día, piensa en esa enseñanza, recuérdala, guárdala en tu mente (Deut. 11:18). Verás como esto va dando su fruto. Verás cómo crecerás en el conocimiento de Dios y crecerá tu Fe y amor por El (Rom. 10:17)

El cristianismo tiene como base y fundamento las enseñanzas de Jesucristo. Se trata en esencia, de la persona y obra de Dios. Es por esta razón que debemos buscar conocerlo, de una manera activa e intencional.

Jeremías 9:23-24 dice:
Así dice el Señor:
«Que no se gloríe el sabio de su sabiduría,
ni el poderoso de su poder,
ni el rico de su riqueza.
Si alguien ha de gloriarse,
que se gloríe de conocerme
y de comprender que yo soy el Señor
*,
que actúo en la tierra con amor,
con derecho y justicia,
pues es lo que a mí me agrada
—afirma el Señor—.

Este pasaje nos indica que el conocimiento más importante y esencial que puede tener una persona es el conocimiento de Dios, la comprensión de que El es el Señor del Universo y que todo lo que hace, lo hace con amor y justicia.

Querida lectora: te invito a que te adentres en el conocimiento de Dios. Comienza hablando con El, expresándole tu deseo de conocerle. Luego, planea una cita diaria con El, agenda, El es la persona más importante de tu vida, la que debe ocupar el primer lugar en tu agenda y en tu corazón. En esa cita, habla con El, dándole gracias por sus bondades, por sus bendiciones, también por las dificultades que tengas, porque con ellas, estás creciendo (Stg. 1:2); confiésale tus faltas, reconoce tu ofensa a El y arrepiéntente (1 Juan 1:9); pídele que te de sabiduría y entendimiento para entender Su palabra (Juan 14:26) y pasa tiempo leyendo una porción de la Biblia, reléela y trata de entender el mensaje central. No interpretes. Solo observa y escribe lo que esa porción dice acerca de Dios, de Jesús, o del Espíritu Santo. Luego, descubre si el pasaje te está dando una enseñanza, instrucción, corrección, o prohibición para ti mismo. Escríbelo y ora confirme a eso pidiéndole a Dios que te ayude a ser obediente a esa Palabra (Fil. 2:13).

Este es un buen comienzo básico, simple y aplicado. Es un objetivo alcanzable que puedes plantearte en cualquier momento del año. Oro por ti que estás leyendo para que vayas a la acción y puedas conocer a Dios y comprender y disfrutar de Su plenitud (Ef. 3:14-19).

¿No sabes cómo hacerlo? ¿Por dónde comenzar? Contáctame a contacto@cristocentricas.com y charlemos.


*Enfasis añadido

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La importancia de conocer a Dios